de servicio en publico

Después de una noche de perras, y colgado de una resaca fatal, me dirigía a mi trabajo montado en el tras-masivo rojo que pasa cerca de la güisquería donde me desperté; por supuesto voy parado –y no de la buena manera-, por que la gente no entiende que los buses de la mañana son para felices amantes como yo, que se han gastado toda la plata en chuspas de empacar frutas y decol; dizque van a trabajar, quien trabaja a las 6 am?, me creen güevon a mí!; el caso es que estaba yo en QUE engaruche entre las estaciones 56 y Praga cuando una modelo esbelta subió al ya emetizante-de-lo-lleno medio de trasporte; una indiecita con cara de estudiar en uno de los institutos técnicos de la séptima. Muy apretada como manda el reglamento interno de las indias-muertas-de-hambre que abundan en la sabana, y con ésos ojos (o al menos lo que se dislumbraba debajo de tanta marbeyina) antimongoloides que tan bien atrapan a los extranjeros que vienen a coquear a la capital.

Yo muy ceremonioso, y como manda el protocolo me ubique detrás de la princesita, y hablando sin dejar salir mucho aire –no vaya y se asuste con mi aliento a pecado- dije: mami, se mueve un poquito que me esta pisando la chuspita?, la muy hijueputa, me mira con aires de primer mundo y se corre, esta vez, sólo de posición, no sin antes aplastar el poco decol que no había querido tragar por miedo a que se acabara la noche; malparida, conmigo y con la mata de lulo!! Oíste!? Conmigo y con la mata de lulo!!, y como a MÍ no me botan los recuerdos tan fácilmente, la embaracé entre las estaciones de Lorca y San façon, tomándola (y miren que soy muy ingenioso, porque el bus estaba muy lleno) entre las greñas y restregándola en el decol derramado mientras introducía un par de pesares entre su estrecho surrealismo -ahí tenés una palabrita gononea, para que descreste a la madre que te parió!-. Ella disfrutó el distrés, mientras que yo con ése veneno que destilo en las mañanas me concentré únicamente en guardar el equilibrio entre la barra de la lavadora y la señora de verde que nos observaba mientras ponía un poco de anyelfeis en su arrugado morgagni. Se bajo ahí mismo en santo tomás, no sin antes despedirse con un buen pellizco de rafe y dejarme la tarjeta del motel donde le dan descuento por no robarse las tuallas.

Todo parecía enfriarse para mi después de el incidente de la lavadora, pero como a MI la vida me da tantas sorpresas y tengo tanto fans en el medio, no era de extrañarse que en la estación del 13 de junio se subieran tres cannes de buen nombre que tomaron el lugar que siempre toma nina simone hasta mi estación final, al borde del tunel. Dos maravillos@s XXY y un X cualquiera, la verdad poco con los X, porque no es muy fashion el anonimato éste año, pero bueno, que se le hace. El bus poco se había despejado, sin embargo, había espacio suficiente para conocernos, mucho gusto: soy el marrano que roncará en tu almohada esta noche (tan bien hablando el x, pero por x, jamás con sus insinuaciones), los otros dos y yendo al grano como me gusta, se olieron las feromonas acentuadas por el engaruche y la prolactina que se empezaba a elevar estación tras estación, y bien que hubo tres paradas más antes del túnel, suficiente para improvisar algo.

Empezaron –los cannes- a sorber los restos de decol de mi busito lacoste, pasándolos con un poco de cerveza negra que le habían robado a una arepera en el parque nacional. Yo, como siempre estoy dispuesto a nuevas experiencias, y no me mosqueo por ser un icono del género, y además andar en bus, me relaje entre los múltiples consuelos que brindaban los dueños de su oficio y de vez en vez el recesivo x, que no hallaba donde poner todo eso que le faltaba. Después de una sonda, tres enemas y mucho esparadrapo, los jinetes se bajaron de la bomba, y decentes como siempre son los amantes furtivos, me ayudaron a limpiar a los demás pasajeros que de manera directa o indirecta quedaron marcados entre nuestra haploide sopa de gusto. Como dice la Bofe, sopa de sustancia, que cerda es la Bofe, otro día les hablo de ella, hoy sólo YO, como les gusta.

Finalmente al borde del túnel, me despedí de los cannes y le devolví la falda a la vieja verde quien a su vez, me devolvió las agujas que no alcanzó a usar en el trayecto, -vieja hijueputa casi se me las acaba- Salté de la estación como quien salta al podio, cuatro polvos y dos gatillazos: MUCHA CHIMBA DE TRASPORTE!, vomite un poco sobre el cristal de la estación agradeciendo lo mucho que me despejo su servicio y caminé en dirección a mi nunca monótono “trabajo”. El resto del día me la pasé recordando como que me hace falta untarme de pueblo últimamente y que debo tomar más buses en el futuro. Pero por hoy no más, hoy voy a casa en taxi…